Alter Medea se nos presenta como la huella del mito griego, voz de una anti heroína que todavía se resiste a permanecer enterrada bajo el polvo de los siglos. La pieza descubre personajes con profundísimas construcciones psicológicas: Medea se resiste a una muerte psíquica, expresada de antemano por su enfermedad, por la ausencia o por lo que ha dejado atrás en su tierra. Avanzada la trama, aparece una Medea nueva, símil de odio, venganza, obsesión, sentimientos que giran en torno a la apoteosis que vive luego de la ruptura con su hombre. Jasón deviene sujeto que se ahoga ante la cárcel del hogar, de lo que supone ser padre. Niega una vida entera al lado de esta mujer-cáncer, cuando marcha en busca de otra luz. Sin embargo, esa luz es también oscuridad, es también Medea.
 
Bajo estos enunciados somos cómplices del tema del exilio, del sujeto que se queda y del que se va, del American Dream. La construcción de los espacios – concebidos en torno a dibujar, crear atmosferas, producir una visualidad que se conjuga eficazmente con la de los personajes- constituye otra de las maravillas que soportan la estructura dramática. Ambos campos -tanto el verbal como el espacial- trascienden el texto escrito en pos de lograr imágenes que revelen una importante intención escénica.
 
Alter Medea no es solo homenaje a una tradición teatral que sigue negando su muerte: ella representa la esencia de un mundo, de una mujer y de sus sentimientos, de una madre que lo deja todo, incluso a sus hijos, por ese último beso que anhela y que nunca recibirá.
 
Leonardo Estrada Velázquez,
Dramaturgo.